miércoles, 24 de junio de 2009

El Señor de los Anillos - Égolath - Capítulo 2


Aragorn, hijo de Arathorn, y Égolath, hijo de Légolas, permanecieron sentados largas horas bajo las estrellas charlando, entre otras cosas, de la Comunidad del Anillo y sus grandes hazañas al final de la Tercera Edad.

-¿Vendrás entonces a Minas Tirith? -preguntó Aragorn.

-Por supuesto, será un honor cabalgar al lado del Rey de Gondor.

Al amanecer, prepararon los caballos que Aragorn había traído de su Reino. Eran caballos nobles, hijos de los grandes caballos de Rohan. No había animales más bellos en la Tierra Media. Tenían provisiones de sobras, pues no era un camino demasiado largo ni peligroso. Cabalgaron durante dos días y dos noches y al amanecer del tercer día, con las primeras luces de la mañana, llegaron a Minas Tirith.

Égolath no había viajado jamás a las tierras de los Hombres, pero quedó maravillado al ver la Ciudad Blanca. El esplendor de los antiguos Reyes había sido devuelto y todo aquello que se perdió en la guerra había sido reparado y mejorado. Antes de entrar, Aragorn hizo sonar un cuerno y desde lo más alto de la ciudad se empezó a escuchar una música jamás antes escuchada por Elfos. Era el sonido de las trompetas de plata. El Rey había regresado a su hogar.

Atravesaron las imponentes puertas y cabalgaron a través de los siete niveles de la ciudad hasta llegar a lo más alto, al Palacio Real, junto a la Torre de Ecthelion. Los guardianes inclinaron sus cabezas y abrieron las puertas permitiendo el paso a su Señor. Y entonces, Égolath reconoció a otro miembro de su raza junto al trono del Rey.

-Salve Arwen, hija de Elrond, Estrella de la Tarde, Reina de Gondor -balbuceó Égolath mientras besaba su anillo de mithril, obsequio del Señor Enano Gimli, hijo de Glóin.

-Agradable es la visita de Égolath, hijo de Légolas, amigo y hermano -respondió ella-. Largo tiempo he esperado el regreso de nuestra gente y ahora, en estos momentos de incertidumbre, vuelve la luz de los Eldar a Gondor.

El servicio del Palacio preparó un gran banquete donde sólo los más nobles fueron invitados. Eran tiempos de bonanza y los frutos de la tierra habían crecido sanos y sabrosos. Égolath quedó maravillado de la cocina de los Hombres. Tras el banquete, Arwen acompañó a Égolath a la habitación que con tanto cuidado había preparado. Aunque los Elfos no necesiten dormir, Égolath se tumbó sobre la confortable cama y se sumergió en un sueño profundo y reparador. El sabor amargo de la matanza del bosque permanecía y necesitaba, aunque sólo fuese por unas horas, evadirse de la realidad.

Aún no había amanecido. Légolas se encontraba con su hijo pescando en un tranquilo arroyo. El dulce calor del Sol acariciaba sus caras y el tiempo parecía haberse detenido. Un gran sentimiento de felicidad invadía sus corazones. Toc toc. Égolath despertó.

-Adelante.

La puerta se abrió y apareció un joven en cuya mirada parecía abrirse un abismo.

-Necesito hablar contigo -dijo el joven.

-Dime qué te puedo ofrecer.

-Sólo tú puedes responder a las preguntas que inquietan mi mente. Ayúdame a encontrar las respuestas, pues no puedo dormir desde hace varios días.

En ese momento, Égolath reconoció al joven.

1 comentario:

  1. Capítulo de transición. Interesante en algunos detalles que denotan el paso del tiempo en la
    Tierra Media. Pero, sobre todo, buen final.
    ¿Quién es ese niño? ¿El hijo de Aragorn?

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