Cuddy llegó a su oficina, alterada por la bochornosa escena, y vio que su sobrina estaba esperándola, tal como ella le había pedido. Así que se sentó, tomó aire y fue directo al grano, aunque en un día normal, se armaría de paciencia y preguntaría sutilmente.
- ¿Qué pretendes con House?
La chica le sonrío: sabía que preguntaría eso y que, contrario a su costumbre, no andaría con rodeos.
- Nos parecemos demasiado, pero no hay nada entre nosotros. -Contestó inocentemente.
- ¿Y por qué debo creerte?
- Porque en este momento, soy una mujer algo amargada gracias a un marido infiel.
- ¿Y qué garantía me da eso?
- Que todos los días, debo cargar la coraza que había abandonado, para que así nadie vea los trozos de mi corazón.
Pausa. Silencio. Sophie bajó la mirada y Cuddy habló nuevamente, pero con una voz muy suave.
- ¿No has hablado con Mathew?
- No hay nada de qué hablar. -Contestó duramente, levantándose de su lugar.
- Sophya...
- ¿Puedo ir a trabajar? -Sus ojos estaban llorosos.
Silencio nuevamente, esta vez, incómodo.
- Tienes que cumplir con...
- ¿Horas clínicas? -Preguntó. -House debe hacerlas: ayer perdió mi apuesta. -Una leve sonrisa traviesa apareció. Cuddy no pudo evitar sonreírle de vuelta: además de haberla contratado por su currículum y que así empezara una nueva vida en Nueva Jersey, era porque tendría a House acorralado.
- Y tienes clases de Bioquímica.
- Ok, prepararé mi clase, entonces.
Y salió del lugar, pero volvió de inmediato.
- Un último detalle: no vuelvas a llamarme Sophya. - Y esta vez, desapareció. Cuddy suspiró sonoramente y se dio una vuelta en su silla, mirando hacia la ventana.
Tenía un mal presentimiento.
ºOºOºOº
Caminó con paso decidido, pero cabizbaja. Su tía le había recordado uno de los episodios más amargos de su vida y que aún no tenía fin. Y por eso, en busca del anhelado fin para poder cerrar aquel maldito capítulo, además de no tener que ver los hipócritas rostros de sus colegas, en especial la de ella, tomó el trabajo en New Jersey. Y en eso venía pensando, cuando al entrar chocó y casi cae al suelo, pero es sostenida firmemente.
- Sophie, estás bien? -Ese acento era inconfundible: era Chase.
- Oh, discúlpame Robert, venía distraída. -Contestó la chica, con el mismo acento y lo miró a los ojos: necesitaba despertar de su pesadilla interna. Chase la condujo suavemente a su asiento y luego, él se sentó sobre el escritorio, en la única parte donde no había papeles.
- Un momento, nadie me dice Robert. -contesta sorprendido.
- Lo sé, pero sería muy poco cortés de mi parte si te trato por tu apellido. - Le respondió con una sonrisa. -Y veo que te incomoda. -Buscó una liga en el bolsillo de su delantal y se amarró el pelo. -Además ya veo a Foreman interrogándote si ya olvidaste a Cameron acostándote conmigo y blah, blah, blah... Será mejor que sigas siendo Chase y yo, Sophie. Templeton es demasiado largo y no estoy para formalidades.
Chase no dijo ninguna palabra. Estaba boquiabierto con la última frase: ¿Qué demonios tiene esta chica, que hace dormir a House y que además, sabe que me gusta Cameron? ¡Apenas llegó ayer y ya causó conmoción!, pensó para sí.
- ¿Estás bien? -le preguntó suavemente con su perfecto acento británico.
- ¿Cómo... cómo es que... -El australiano no puede dejar de balbucear... ¿Tan notorio era?
- Porque alguna vez me enamoré y tenía la misma mirada tuya. -Contestó Sophie. -Además, creo que ayer te hizo gracia que tu jefe tuviera otra víctima para humillar, además de Cameron.
- Pero dudo que hayas firmado una cláusula en tu contrato en donde diga que quieres salir con House, al menos una vez en la vida.
- No, eso es estar desesperado. -Contestó tranquilamente y se sacó los tacones: le dolían los pies. - Sé que en parte, Cameron estará celosa, porque House ya no la hará crecer a golpes y mucho menos echarle en cara que el mundo no es de color de rosa.
- Ufff... la de veces que House le ha dicho eso... -Ambos rieron.
- House no tiene remedio y lo sabe, por eso buscó alguien más a quién pudiera arreglar. Sólo que esta vez, ella quedó atrapada.
- ¿Cómo así?
- Está confundida.
- ¿Y tú...? -Le preguntó Chase, algo dubitativo.
- ¿Con House? -lo miró fijamente. -No, no hay nada entre nosotros: primero, llevo dos días aquí y segundo, tengo otras cosas que resolver antes de enamorarme.
- ¿Y cómo supiste tanto de Cameron?
- Mi tía no es muy discreta que digamos. Además, Cameron no me miró muy bien ayer, pero no me afecta: estoy acostumbrada a que me odien.
- Eres igual a House. -Le dijo, muy seriamente. Pero ninguno de los dos aguantó la risa.
- Tal vez... pero será mejor que cumpla bien con mis horas clínicas si quiere un nuevo bastón. -Contestó sonriendo, mientras miraba el reloj de su computador. - Y será mejor que vaya ahora, porque después tengo clase. -Chase le dijo "gracias" suavemente y salió del lugar, mientras Sophie, nuevamente con zapatos, llevaba una pequeña mochila al hombro y unas llaves, salía de su oficina tranquilamente.
ºOºOºOº
Fastidiado, House se quitó los guantes de látex y los lanzó al basurero. Siempre había odiado las horas clínicas, pero hoy fue la cota que colmó el vaso.
De todos los idiotas que obligatoriamente debió atender (eran pacientes de Sophie, no de él), los padres de un infante de 6 años eran los reyes de la estupidez: el niño presentaba gripe desde hace dos días y no había recibido tratamiento médico alguno. House les entregó la receta médica para que la compraran en la farmacia, pero los padres la rechazaron, argumentando que los antibióticos y las vacunas contra la enfermedad causan una temprana drogodependencia, junto con suprimir el sistema inmunológico.
Los miró con la boca abierta un par de segundos y luego vio al pobre chico, con escalofríos y a punto de desmayarse. Bajó la vista y comenzó a garabatear algo en su libreta, mientras les explicaba que la vacuna contra la gripe no causa adicción, que sí sirve como método de prevención y aquellos medicamentos que pueden provocar drogodependencia son los narcóticos (y sacó una gragea de su frasco de Vicodin), depresores del sistema nervioso central y estimulantes. Pero si querían que su hijo muriera por una tonta gripe, él no se responsabilizaría del hecho. Y les entregó el papel que había rayado mientras les hablaba.
Espantados, los padres tomaron la primera receta y se llevaron al chico, dando un fuerte portazo.
Salió de la sala de diagnóstico, entregó la ficha médica del paciente y se fue directo a la cafetería. Tanta estupidez humana le dio hambre.
Lo curioso fue encontrarse con Wilson en la caja: Tal vez se haya hartado de salvar a gente muerta, pensó cruelmente.
- ¿No tienes ningún caso extraño que resolver? -Le preguntó, mientras recibía el vuelto de su compra.
- Noup, tenía que cumplir una apuesta. -Respondió, mientras le pagaba a la cajera por su Reuben.
- ¿Horas clínicas? -Preguntó. - ¿Y desde cuando que cumples tus apuestas?
- Cuddy y su bocota. -Dijo entre dientes, algo molesto.
- Oh, no la culpes: no todos los días se te ve durmiendo sin Vicodin o cumpliendo tus horas, por mucho que sea una apuesta.
Llegaron ambas órdenes y se sentaron, en silencio. Wilson lo miraba fijamente y sonrió.
- Parece que llegó la mujer que te haga sentar cabeza, House.
- ¿Te molesta que esta vez sea yo el objeto de deseo y no tú? -Preguntó irónico. - Vamos, tu llevas tres ex-esposas, yo sólo tengo una.
- Pero sólo a tí se te ocurre involucrarte con la sobrina de Cuddy. -Le contestó serio.
- Parece que la actitud provocadora es un mal de familia. Aunque en Cuddy, la actitud se convierte en una desesperada súplica de sexo.
Wilson casi se atraganta con su bebida al oír el último comentario y House sólo atina a sonreír.
- Teoría comprobada.
- House, -dijo Wilson, algo atragantado aún por el episodio anterior. -Es sólo la sobrina de Cuddy.
- Si solamente fuera eso, no diagnosticaría bien, no manejaría una Chopper, no se atrevería a invadir mi oficina o a romper mi bastón, mantendría una dieta saludable...
- ¿Es cómo tu? - Preguntó con los ojos abiertos. - Dios, creí que contigo era suficiente, pero dos...
- Sí, pero no.
- Explícate.
- No cojea y tampoco es amargada.
- Tal vez no tenga la pierna mala, pero eso no quiere decir que no tenga problemas. -Contestó, mientras se servía su último trozo de Volcano Cake. - Algo que aprendí de mis tres fracasos matrimoniales, es que las mujeres esconden lo que verdaderamente sienten hasta que explotan o encuentran un apoyo. - Y luego de esta charla, he comprobado mi teoría.
- ¿Y cuál sería?
Se limpió con la servilleta, se levantó de su puesto y le dijo.
- Que no es necesario que sientes cabeza, sino que encuentres a alguien que te comprenda. Y por lo que veo, entre ustedes es algo natural.
House lo mira alejarse del lugar, mientras termina de servirse su sándwich.
ºOºOºOº
Sophie entró apurada a la oficina, tirando la mochila al suelo y colocando el nuevo bastón de su ¿Jefe? Si fuese mi jefe, me sometería a sus órdenes, pensó para sí, mientras sonreía al dejarle una pequeña nota, que decía:
Gracias por cumplir con tu parte del trato; Ahora, sólo falta que te devuelva tu oficina.
Miró de reojo su reloj y vio que sólo faltaban cinco minutos para su clase, así que tomó un libro, su mochila y salió del lugar.
ºOºOºOº
House entró a la oficina, bostezando: de inmediato, se fijó que había un nuevo bastón en la mesa y leyó la nota. Sonrió para sí, admirando el detalle de su nuevo bastón -en su base, había grabado unas llamas- y dejándolo a un lado, se concentró en aquel trozo de papel escrito.
- Tal vez, Wilson tenga razón. -Dijo suavemente.
ºOºOºOº
Estaba cansada, pero feliz: la clase de hoy había resultado bastante bien, pero los tacones la estaban matando. Menos mal, ya no tenía nada que hacer en el trabajo y podría irse a descansar, pero lamentablemente, todo lo buena llega a su fin.
Iba entrando a la oficina, cuando la detiene un hombre canoso, de mediana estatura.
- Disculpe ¿Es usted Sophya Templeton Cunnigham?
Suspirando, contestó.
- Solía serlo.
El caballero la miró dulcemente y le entregó un sobre con el sello de la Real Corte de Justicia.
- Que tenga un buen día. -Dicho esto, se retiró del lugar.
De inmediato, dejó el libro sobre el escritorio y abrió el sobre temblorosamente. Cuando lo logró, leyó rápidamente y arrugó el papel, tirándolo a la basura. Se sacó la mochila y se sentó, respirando entrecortadamente, mientras abría un cajón de su escritorio, en busca de su agenda. Sin embargo, encontró, además de la agenda, una bola de la suerte.
La miró, esperando ver algo que le levantara el ánimo, pero fue peor: furiosa, la lanzó contra una de las puertas de vidrio que separa la oficina de la sala de reuniones, rompiendo el vidrio en mil pedazos.
- ¿Qué demonios crees que haces? -Le preguntó House desde la puerta: venía caminando con su bastón nuevo. La chica tomó la mochila y lo miró, con los ojos llorosos.
- Búscalo en el basurero. - Y salió corriendo del lugar.