miércoles, 8 de julio de 2009

House - A girl like me? - Capítulo 4




House vio cómo se alejaba rápidamente, pero se quedó en su lugar: Algo le decía que era mejor no meter sus narices en el asunto por ahora. Cosa inusual en él, pero desde que ella llegó, todo era inusual.

Entró a la oficina y a cada paso que daba, el vidrio roto crujía sonoramente. Y pensar que él le daba dolores de cabeza a su jefa… si su querida sobrina perdía el control cada vez que tuviera un mal día, terminaría por destruir el hospital, además de quedar en quiebra, por tanto pago debido a daños estructurales.

Miró el desastre, chasqueó la lengua y se dirigió al escritorio de Sophie, tan sólo para ver la oficina “desde otra perspectiva”. El escritorio de la chica estaba como cualquier escritorio de un médico: carpetas, estudios médicos, libros… todo lo normal. Sin embargo, la curiosidad de House se vio premiada cuando ve que el primer cajón está abierto.

Al principio, sólo habían las mismas chucherías de siempre: es decir, notitas, engrapadoras, engrapes, clips, lápices, destacadores, etc. También había tarjetas de despedida tanto de sus amigos como colegas en Londres y fotografías de su juventud. Sin embargo, lo más desconcertante fue lo que pilló debajo de todas esas cosas: un portarretrato.

Lo sacó del escritorio y vio a una joven pareja en el día de su matrimonio. Él, de cabello rubio, ojos grises y tez muy blanca, enfundado en un traje negro, con camisa blanca y corbata de moño. Ella, de cabello negro, ordenado en un peinado sencillo que resaltaba con la hermosa tiara que posaba en su cabeza, de tez morena, ojos color avellana y enfundada en un vestido blanco que dejaba al descubierto sus brazos y su cuello. Parecía una princesa. Pero lo más desconcertante era la felicidad que irradiaban ambos. El rubio, no muy expresivo al parecer, tenía un brillo especial en los ojos. En cambio ella, lo mostraba todo en aquella sonrisa tan infantil y sincera.

Se quedó absorto un par de minutos, recordando cómo había sido su boda con Stacy. La sensación que le producía aquella fotografía era la misma que había sentido en ese entonces. Pero ¿Qué fue lo que cambió, si ella no tuvo muerte muscular? ¡Es que acaso necesitaba a alguien igual a él para poder ayudarla? Era una estúpida idea: ella sabía muy lo que estaba haciendo, no necesitaba ayuda. Ella no era una bella chica tratando de salvar el mundo… entonces qué necesitaba sentir ¿Ser alguien normal? Pues entonces se equivocó de profesión. Un médico arriesga todo por el paciente, aunque deteste al mundo.

Una crujidera de vidrios pulverizados (recuerden que todo estaba roto en mil pedazos) se sintió en la oficina y dejó el portarretrato sobre el escritorio, pero dado vuelta. Eran Chase y Cameron.

- ¿Qué demonios pasó aquí? –Preguntó Chase.

- Resulta que el Huracán Templeton se estrelló con la puerta. – Respondió House, mientras acomodaba sus piernas sobre el escritorio y miraba nuevamente el desastre.

- Toda una malcriada. –Dijo Cameron mordazmente.

Chase le lanzó una mirada reprochadora y House se desperezó, para poder contestar algo decente, ya que se notaba a leguas que la chica odiaba no ser el centro de atención.

- No niego que me gustaría verlas peleando en el barro, semidesnudas, gritando sin control. Una pelea de barro siempre es excitante. – Dijo, mientras se levantaba del asiento. En verdad era cómodo. – Sin embargo, mis apuestas irían para Sophie: tiene garra y no descansaría hasta verte acabada. – En ese momento, se quedó mirando fijamente a Wilson y a una de sus ex – esposas. Tenía dos misterios que resolver, ambos interesantes, pero uno más urgente que otro.

Silencio incómodo. Cameron miró duramente a su mentor y parecía que salía humo de sus oídos. Sin embargo, la gota que rebasó el vaso fue el comentario de Chase.

- Yo también apostaría por Sophie… -comenzó diciendo Chase, pero Cameron lo cortó de inmediato.

- Siempre haces lo mismo que House. – Dijo molesta.

- Apostaría por Sophie porque le importa un bledo ser una chica buena, mártir de los de los desposeídos.

House sonrió maliciosamente sin que nadie lo viera, ya que seguía observando a Wilson. Nuevamente, alguien comenzó a caminar, ya que se sentía cómo el vidrio se pulverizaba a cada paso que daba, hasta que se detuvo.

- Al parecer, esta bola 8 de la suerte no fue de gran ayuda. –Dijo Chase.

House se dio vuelta inmediatamente y vio la bola fijamente ¿Cómo se le ocurría a esa chiquilla del demonio meterse con sus cosas?

- Dime qué es lo que dice. –Dijo serio. Cameron fue de inmediato al escritorio de su jefe para comprobar si ese juguete era de él o de Sophie.

- “¿Malas noticias?”

La chica revisó rápidamente y comprobó que uno de los juguetes preferidos de House no había sido el causante de la ira de Sophie.

- Tiene que ser de ella. El suyo está donde siempre.

- El basurero. – Dijo House, entre dientes.

Chase y Cameron se miraron entre sí, atónitos, pero no dijeron palabra. Nuevamente una crujidera de vidrios rotos, pero esta vez, más suave. Era Foreman.

- Llegó a urgencias una mujer… -Pero se quedó con la mitad de la frase al ver el desastre en la oficina. - ¿Qué pasó aquí?

- Al parecer, nuestra nueva colega tuvo un arranque de ira. –Contestó Chase.

- Y con justa razón. –Dijo, mientras mostraba el papel todo arrugado que había sacado del basurero.

- ¿Desde cuando que el basurero ha sido una fuente de inspiración? –Preguntó Foreman.

- Si te dicen donde está la respuesta, entonces ¿Para que desgastarse intentando elucubrar la trama? – Nuevamente se sentó en la silla de Sophie y miró el papel sin mucha atención.

- ¿Eso quiere decir que no haremos más diferenciales? – Preguntó Cameron.

- Oh, niños tontos ¿Qué es lo que obtienen de una pregunta? – Les dijo como si fuese una maestra de primaria.

- Una respuesta. – Contestó Chase.

- Pues entonces, eso fue lo que obtuve cuando le pregunté por el desastre que hizo aquí. – Los chicos se acercaron y House dejó el sobre con el membrete de la Real Corte de Justicia del Reino Unido, mientras leía la carta silenciosamente.

- ¿Real Corte de Justicia? – Dijo Foreman. - ¿Acaso tiene una demanda por negligencia médica?

- Noup, es una demanda de divorcio requerida por ella. – Dijo seriamente.

- ¿Ella la pidió? –Preguntó Cameron desconcertada. - ¿Pero entonces…

- El marido pidió que le quiten todas sus posesiones, ya que no hay separación de bienes.

- Creí que tenía más cerebro. – Dijo Foreman.

- Por supuesto que lo tiene, si el ex marido está pidiendo que le devuelvan sus bienes y como compensación por el “daño psicológico”, quiere los bienes de ella.

Todos se miraron asombrados: no había que subestimar a la chica.

- Aunque yo esperaba mucho más de un hombre negocios como Mathew Cunningham. – Contestó House, mientras se iba.

- Hey, tengo una paciente… - Dijo Foreman.

- No me interesa. – Contestó House.

- … con abulia.

House miró a su equipo, exasperado. Luego del diferencial hablaría con Cuddy.

ºOºOºOº

Había llegado al departamento de su tía en menos tiempo del presupuestado. Pero tampoco esperaba encontrarla en casa, ya que estaría rodeada por la gran cantidad de papeleo que tenía que revisar como Decano de Medicina y también, que tendría que lidiar con House y luego con ella por el desastre que dejó en la oficina de su “jefe”.

Dejó la llave de la moto al lado de la máquina contestadota y comenzó a quitarse la ropa, mientras sacaba su iPhone y revisaba si tenía mensajes de su abogado. Pero recordó que no había contratado la opción que le permitía estar comunicada en cualquier parte del mundo, por tanto la única forma de ubicarla era a través del e-mail. Sin embargo, al pensar en la gran cantidad de correos sin leer, prefirió llamar a la operadora y que ésta transfiriera la llamada a Londres.

Se tiró en el sillón y comenzó a sacarse la ropa. Le molestaba sobremanera vestirse formalmente para trabajar, pero como en Inglaterra estaba obligada a seguir cierto patrones de vestimenta y ahora aquellos patrones estaban arraigados en ella. Pero hoy, todo lo que la uniera a su pasado en Europa le molestaba sobremanera, así que cuando quedó sólo en ropa interior (lencería negra, por cierto. Tiene los genes de Cuddy), llamó a la operadora y con su otra mano libre, comenzó a jugar su desordenado pelo.

- Operadora, necesito hacer una llamada de larga distancia internacional. Código país 44, código ciudad 71. Gracias

Un silencio inquietante reinaba en el lugar, lo que alteraba aún más a Sophie, pero sin ganas de destruir todo a su alrededor. Necesitaba ubicar a Jonathan con urgencia, sino todo sería un caos. Su impaciencia era tal, que comenzó a tamborilear con los dedos hasta que al fin, la comunicaron con la operadora británica.

- ¿A quién desea ubicar?

- A Jonathan Grant, de la firma Cromwell & Grant.

- Le comunico de inmediato.

Luego una voz masculina, de tono grave. Si no fueses tan mujeriego, tal vez habríamos tenido algo, pensó maliciosamente. Y de inmediato sacudió la cabeza. Estar desnuda definitivamente le hacía mal.

- Jonathan Grant. – Contestó, de manera formal.

- Hola John, soy Sophie.

- Mujer, menos mal llamaste. – Toda formalidad quedó atrás: John y Sophya se conocían desde la universidad. -¿Viste la estupidez de citación que me envió Stella?

La chica emitió una arcada.

- ¿Es necesario que tengas que nombrarla? –Preguntó enojada. –De solo pensar en ella me da asco.

- Está bien, será la-chica- que-no-debe-ser-nombrada. – Le contestó de manera condescendiente. – Pero reconócelo: tiene todo bien puesto, al igual que tu.

- Uno, me parece bien. Dos, no te atrevas a compararme con ella y tres ¿Volvamos al punto?

- Está bien, está bien. –Le dijo, en un tono suave para lograr que la chica se calmara. – Entonces, leíste la estupidez que me envió la-que-no-debe-ser-nombrada? – Dijo esto último en un susurro casi inaudible.

- Por supuesto que lo leí. –Dijo enojada. –Y por su culpa, he hecho un desastre en Princeton.

- ¿Princeton? ¿Estás en América?

- ¿Y qué pretendías que hiciera ¿Qué la viera como si nada en el trabajo?

- Si, claro, tienes razón. –Le contestó medio apesadumbrado. Sabía que ese era el golpe más bajo que le podían haber dado a su amiga.

Un pequeño silencio tranquilizador, que les sirvió a ambos para poder tomar aire. Ya repuestos, siguieron con el interrogatorio.

- ¿Qué posibilidades tenemos de ganar?

- Todas. – Contestó seguro.

- ¿Estás seguro que recibiste la misma carta que yo?

- ¡Por supuesto! –Dijo, algo alterado por la desconfianza de su amiga. –No soy tan estúpido como tu marido.

- Ex – marido. –Le corrigió molesta.

- Lo que sea. El punto es, que al congelar la cuenta que tontamente te entregó, la demanda por los bienes es nula: La cuenta jamás fue utilizada, por tanto, lo único que debes hacer es entregársela.

- Pero el idiota también quiere mis cosas.

- Sólo una: tu departamento en Notting Hill.

- ¿Mi refugio? –Se levantó de inmediato, alterada por la noticia, y comenzó a gritarle al celular. Jonathan por supuesto, se alejó de inmediato el auricular de su oreja y colocó el altavoz. -¡¿QUÉ DEMONIOS PRETENDE?! ESE LUGAR ES MÍO, AUNQUE YA NO SEA SU ACTUAL DUEÑA, PERO ES MÍO Y NO-ME-LO-VA-A-QUITAR. ¿ESCUCHASTE?

- Te oí mejor que nunca, amiga. –le dijo en un susurro.

- ¿Qué dijiste? –Preguntó normalmente, sin gritarle al celular.

- Que entendí clarito lo que dijiste. ¿Y cómo es eso de que ya no eres la dueña de tu departamento?

- Me vas a odiar. – Le dijo maliciosamente.

- Sophya, mente siniestra, dime que es lo que has hecho.

- Ya te he dicho que no me digas Sophya. –Contestó cansinamente. –Y bueno, si mi mente es siniestra: cuando presenté la demanda de divorcio, hice un traspaso del departamento a mi tía, tratando de evitar una situación como esta y porque también, en ese tiempo me fui a Edimburgo a hacer clases. –Jonathan, del otro de la línea, estaba con la boca abierta y no atinó a otra cosa más que aplaudir.

- Eres una mente brillante… aún no me cabe en la cabeza como te casaste con el idiota de tu ex.

La chica sonrió para si y habló.

- Porque ese idiota me hizo sentir querida.

- Pero Sophie, todos los hombres se detienen a mirarte. ¿Por qué él?

- Antes pensaba que a él le gustaba cómo me apasionaba por mi trabajo y sin embargo, me relajaba por completo a su lado. Y como te diste cuenta, me equivoqué. Tal vez no debí tomar el cargo en el hospital… no lo sé… Sabes que me cargan los psicólogos. –Le dijo esto último hastiada.

- Pero al menos te hago reír ¿O no?

La chica se río con el comentario.

- Si no me hicieras reír, hace rato que no estaría hablando contigo.

- Y por eso soy tu amigo: me soportas todas mis estupideces.

- Estupideces que sirven bastante. –Le dijo tiernamente. –¿Me haces un favor?

- Da por hecho que me reiré en la cara del idiota y la-que-no-debe-ser-nombrada por la estúpida demanda que entablaron.

- Quiero fotografías.

- Todas las que desees. ¿Cuándo vuelves?

- Dudo que vuelva pronto, así que diles que los espero con los brazos abiertos –esta última parte tenía un claro tono de ironía –en Jersey.

- Ok, un abrazo y ánimo chica: no sabes lo que les espera.

- No te preocupes, que lo de la demanda es sólo el primer golpe.

- ¿Qué estás…

- Cuando vengas a América, lo verás.

- ¿Por qué no te casas conmigo? – Le dijo suplicante. La chica se río a carcajadas.

- Creo que eres mejor como amante, cariño.

- Malvada. –Respondió dolido.

- También te quiero.

- Cuídate. –Le dijo a regañadientes.

- También tú.

Y cortó la llamada. Suspiró, miró a su alrededor y sonrió maliciosamente. El que la hace, la paga, pensó y se fue a vestirse a su habitación.

ºOºOºOº

"Gente estúpida ¿Es que no pueden morirse de una manera más entretenida?" pensaba House mientras subía al ascensor. Y es que el diferencial, que era generalmente era uno de los momentos que más disfrutaba al ver a sus marionetas defenderse con todo, esta vez el debate se centró en el abuso de drogas y toxinas, siendo lo único interesante, para House claro está, la abulia de la chica. Por tanto, para que todos se quedaran callados de una vez, los mandó a investigar donde la chica vivía.

Las puertas del ascensor estaban por cerrarse, cuando vio una mano que se introdujo en la pequeña rendija que quedaba. La puerta abrió y ¡Era Wilson! Por fín sabría que demonios hacía su ex en el hospital, si acaso se trataba de una desesperada venta innecesaria de bienes raíces o algo más... interesante. O sea, sexo.

- ¿Que pasó en tu oficina? - Preguntó algo agitado.

- Un lapsus destructivo de mi nueva... ¿Como decirlo? Entretención.

- ¿Sophie hizo todo eso? -Preguntó asombrado. Hasta ahora, ninguna de sus esposas había destruido las cosas, ni siquiera por despecho. Era más fácil calmarse con sexo.

- Sí, ella fue y blah, blah blah... -Dijo House, ya aburrido por la conversación. - Mejor hablemos de otra cosa.

- ¿Cómo cual? -Preguntó Wilson, rogando para sus adentros que no hablara de...

- ¿Qué hacía Julie aquí? -Lo miró a los ojos, divertido por cómo había agachado la cabeza en señal de culpabilidad.

- Nada, sólo hablábamos del perro.

- Perro es igual a dinero. Dinero es igual a "No tengo ni un centavo. ¿Me mantendrías por un tiempo? Ya sabes, por los viejos tiempos.”

Wilson puso una cara de asco al pensar en eso. Si sus tres esposas pensaran de esa manera, hace rato que habría quebrado.

- No, el perro es igual a perro. Recuerda que es vendedora de bienes raíces.

- Corrección: es la peor vendedora de bienes raíces. - Contestó House

- Cierto. - La puerta se abrió y ambos salieron del ascensor. - ¿Vas a la cafetería?

- Noup, tengo que hablar un asunto de familia con Cuddy. - Y partió directo a la oficina de su adorada jefa.

Cuando entró, vio a Cuddy con su peinado más o menos desecho, un montón de papeles, contestando e-mails y hablando por teléfono con un tono que distaba de ser agradable. En el momento en que la decana vio al doctor, lo miró y puso sus ojos en blanco, como una manera de decir "lo que me faltaba: House haciendo mi día más horrible de lo que es". El le sonrió como un niño de cinco años, feliz de tener un juguete nuevo y se recostó en el sillón.

Cuddy habló durante tres minutos más y colgó el teléfono furiosa.

- ¿Qué es lo que hiciste ahora? ¿Le dijiste a la madre de una niña de tres años que le diera marihuana para que no la molestara más?

- Hey, no la tomes conmigo. - Le dijo House, mientras levantaba las manos reclamando inocencia. -Esta vez no fui yo.

- Si claro. El día que eso suceda...

- Pues acaba de suceder hoy. - Contestó, mientras se levantaba y se acercaba al escritorio de Cuddy. La decana se tornó pálida de repente y preguntó temblorosa.

- ¿Qué fue lo que sucedió, House?

House le entregó la carta que encontró en el basurero de Sophie.

- Acaba de estrellarse un huracán en mi oficina. -Le dijo seriamente. - ¿Por qué no me dijiste antes de esto?

- Cuddy tenía los ojos cerrados y movía la cabeza de un lado a otro.

- ¡Contéstame!

Cuddy se levantó de su silla, furiosa, con los ojos llorosos.

- ¡Porque esto no te incumbe!

- ¡Si me incumbe si estamos hablando acerca de uno de mis empleados!

- ¡La puse a trabajar contigo para ver si eras capaz de sentar cabeza y si también era capaz de cerrar el capítulo!

Silencio total. Ahí estaban las razones de porqué ella estaba ahí: trataría de mantenerlo en sus cabales, a pesar que ella no era una adicta a las reglas; le ayudaría a ver la vida desde una nueva perspectiva, a pesar que él no era el indicado.

- No soy terapeuta de nadie. - Le dijo suavemente, tomando sus brazos de manera delicada y mirándola a los ojos. - Se supone que yo necesito terapia.

- No hablo de terapias Greg, sino que recuperara su viejo espíritu, ese que hacía temblar a todos.

- Sin embargo, me pediste que no me involucrara con ella. - Lisa suspiró sonoramente, se soltó de Greg y comenzó a caminar por el escritorio, tratando de tomar valor para decir lo que iba a decir.

- Oh, vamos: para ti era tan sólo una modelo de Playboy disfrazada de doctora. ¿O acaso no fue así con Cameron?

House la miró, herido, pero no respondió nada. Cuddy trató de acercarse y decirle que lo sentía, pero él no la dejó.

- House, yo...

- La diferencia entre tu sobrina y Cameron, es que ella sí me importa.

- ¿Te importa o te interesa saber por qué es así? -Le preguntó delicadamente: estaba pisando terreno minado.

- Si me interesa, entonces me importa. -Contestó en su tono usual. - Y ahora, mejor será que llames a Tritter.

Cuddy lo miró horrorizada: definitivamente, un día sin novedades de House era un día excelente. Lo malo era, que hasta ahora, su día había sido horripilante

- ¿Quieres que te encarcelen?

- ¿Crees que va a tener su celular encendido? - House le pasó el auricular para que comenzara a marcar.

- Que te quede claro que sólo lo hago para saber si Sophie está bien. - Le dijo, mientras marcaba el número.

- No te preocupes, hoy no haré bromas acerca de tu cena con Wilson. - Le dijo House al oído, mientras se sentaba en el escritorio. Cuddy abrió la boca, con ganas de protestar, pero Tritter había contestado la llamada: no había tiempo para llamadas tontas y, muy en el fondo de su corazón, quería saber que pasaría entre House y Sophie.

viernes, 3 de julio de 2009

Crossover - Eclipse - Capítulo 1 de 13




Crossover entre Smallville, True Blood y Doctor Who.


-Vamos, Smallville. Esto es la gran ciudad. No puedes ir como ibas por tu pueblo.
Clark forcejeó con Lois y logró quitarle sus manos del volante.
-¡Lois, déjame conducir en paz! ¿O es que quieres que nos matemos?
-Clark, hace ya cuatro minutos desde que oímos el aviso por radio –dijo levantando el aparatoso receptor por el que cogían la frecuencia de la policía-. Los del Inquisitor siempre llegan en seis minutos y la policía de Metrópolis en siete. O consigues que este trasto llegue allí en menos de uno o perderemos de nuevo la exclusiva de la noticia.
Si no me hubieras obligado a acompañarte hace ya rato que hubiese estado allí, respondió para sus adentros.
Algo menos de dos minutos después, un Nissan negro derrapó sobre un oscuro y maloliente charco antes de pararse frente a la puerta de un viejo almacén. Antes de que el motor se hubiese apagado, Lois Lane ya salía a toda prisa hacia el interior de aquel destartalado edificio. Clark Kent no tardó en seguirla.
Pero cuando ambos observaron lo que había allí, una misma idea cruzó sus cabezas: quizás deberíamos haber dejado que la poli hubiese llegado primero.
En mitad de aquel viejo almacén, el cuerpo desnudo de un hombre mayor yacía suspendido en el aire por varias cadenas que tiraban de sus miembros. Su maltratado cadáver tenía severos cortes por todos lados y su cara aún mostraba el inmenso dolor de su tortura.
Pero eso no era todo. Había algo peor. Algo que no podía pasar desapercibido, por desgracia.
“YO PIERDO, TÚ PIERDES. AHORA SERÁS UNA VERDADERA REINA Y YO LA ÚNICA BELLA”.
Quienquiera que fuese aquel homicida había escrito con enormes letras carmesíes el por qué de aquel asesinato., aunque fuese un acertijo imposible de adivinar.
Petrificada por la visión, el receptor de radio se resbaló entre los fríos dedos de Lois y cayó al suelo. Y su eco pareció oírse por toda la ciudad.
-Clark...
Acertó a decir la periodista tras unos interminables segundos de silencio.
-Clark...
Repitió.
Pero Clark Kent estaba igual de atónito que ella. Los crímenes en Metrópolis, aunque brutales, encajaban siempre dentro de un patrón de comportamiento o recompensa. Alguien mataba como vía para conseguir algo, y la violencia del crimen era fiel reflejo de la resistencia opuesta y el deseo por lo que se codiciaba. Sin embargo, no hacía falta ser psicólogo forense para adivinar que ese asesinato se salía del molde.
Aquello había sido puro, salvaje y macabro entretenimiento. Y ya hacía mucho tiempo que algo así no ocurría en la ciudad. No desde que llegó él. No desde que él cuidaba de sus ciudadanos.
Pero esa noche, por alguna razón, había fallado. Y no podía perdonárselo.
-Clark –Lois le asió del brazo e intentó sacarle de su ensimismamiento-. Clark, tranquilo. Si estamos aquí es para ayudar a que cojan al desgraciado que ha hecho esto –dijo la periodista tratando de sobreponerse al problema y mantener una actitud tranquila-. Si quieres vomitar o llorar, hazlo. No debes avergonzarte por ello.
Y esas últimas palabras fueron las que realmente le hicieron despertar.
Clark puso cara de circunstancia y obligándose a mantener su fachada respondió: -Estoy bien, Lois. Gracias. Es que no estoy acostumbrado a ver escenas así.
Y suspiró largamente.
Lois deambuló por la sala mirándola de arriba a abajo, como si quisiera recordar todos y cada uno de los detalles de ese almacén. Se acercó a la victima y la examinó de cerca.
-Le han sacado hasta la última gota de sangre –mencionó con espanto.
Armándose de coraje, Lois respiró profundamente y se acercó a Clark.
-Descansa, Smallville. Tú quédate ahí tranquilito mientras yo me encargo del material gráfico.
Y Clark no pudo ni contestar.
Lois sacó su cámara digital y fotografió el cadáver desde todas las posiciones posibles. Y, cuando parecía que había terminado, empezó de nuevo.
-Como me gustaría que Jimmy estuviese aquí –maldijo la periodista.
-Lois, date prisa. La policía esta al llegar.
-Relájate, Smallville. No vamos a irnos de aquí sin tener la foto de portada del Daily Planet.
-Tienes más de cincuenta para elegir. Confía en mí, alguna te servirá.
Cuando el ulular de las sirenas de policía se empezó a escuchar en las cercanías, Clark y Lois cruzaron sus miradas. Ella se arregló el traje para recibirles, guardó su cámara y se acercó al coche.
Clark solo agachó la cabeza, avergonzado.
Minutos después, la policía ya había acordonado la zona y se habían llevado a los dos periodistas para interrogarles.
-¿Eso es todo, Srta. Lane? –preguntó el agente Jones.
-Es todo.
-No se ha llevado nada de la escena del crimen ni ha fotografiado nada, ¿verdad?
-Por supuesto que no. ¿Por qué lo pregunta?
-Porque la conozco –confesó el policía.
Lois, indignada y abochornada a partes iguales, se fue de allí y dejó al agente Jones y a Clark solos.
-¿Qué ha sucedido, Kal-El? –susurró el agente de color cuando estuvieron solos.
-No lo sé. Llegué demasiado tarde –se castigó-. Pero creo que sé quién está detrás de esto.
-¿Sabes quién ha podido ser?
-Si, vampiros. Más concretamente las Tri-Psi, unas meteor freaks a las que me enfrente hace algún tiempo. Son las únicas que encajan en este modus operandi.
Entonces, un alboroto formado en las lejanías dio paso a unos gritos. Abriéndose paso entre la policía, el millonario Oliver Queen llegó hasta ellos. Su cara era puro reflejo del dolor y la agonía. Y cuando vio al cadáver, se arrodilló, derrotado y abatido, y rompió a llorar.
Clark y John Jones se acercaron a él y le levantaron.
-¿Qué ocurre, Oliver? ¿Le conocías?
-Es Max –dijo entre sollozos-. Maximus Stein. Fue mi mayordomo desde que era pequeño. Hace tres años se jubiló y se fue a Gotham, y le di el suficiente dinero para que ni sus nietos se tuviesen que preocupar jamás.
-¿Y qué hace aquí? –preguntó Jones.
-Solo había venido a visitarme. Solo eso –y se volvió a derrumbar.
-¿Sabes quién ha podido hacerle daño? –le dijo Clark.
-No, no tengo ni idea.
-Mire esto, Sr. Queen –y el agente Jones le llevó a la pintada con sangre.
Y cuando Oliver la leyó, su tornó en pura rabia contenida.
-¡Hija de puta! –gritó.
-¿Tienes alguna idea de quién ha podido hacer esto? –habló Clark.
-Claro que si. Su nombre es Belle Sunders. Una lunática que conocí anoche.
-¿Sunders? ¿Has dicho Sunders? –Clark estaba perplejo.
-Si, Sunders –continuó-. La conocí en un club y estuve con ella casi toda la noche. Cuando le dije que me marchaba tan temprano para poder estar hoy todo el día con Max, enloqueció. Empezó a decir que nadie podía pasar de ella. Que era una reina de la noche y no se qué más. Dijo que lo pagaría. Pero jamás imaginé esto.
-Tranquilízate, Oliver –le calmó Clark-. Yo me ocuparé de esto. Sé por donde empezar.
-No, Clark. De esto me encargo yo –le contestó entre dientes-. Yo no quiero justicia, quiero venganza. No me vale con encerrar a esa lunática. Quiero que sufra y que muera lentamente.
Y Clark tragó saliva.
Entendía perfectamente a Oliver, pero no podía permitirlo. Eso no era lo correcto.
Entonces, el oído de Clark captó algo casi imperceptible. Era un susurro. Casi un movimiento de labios que emitía un leve sonido. Pero lo que le dejó petrificado era lo que esa persona estaba diciendo.
-Ven, Kal-El. Conozco tu secreto y puedo ayudarte.
Nervioso, Clark se separó de toda la multitud y, cuando creyó que nadie le miraba, utilizó su super velocidad para llegar hasta esa voz.
En una habitación cercana, un hombre delgado y desgarbado le esperaba mientras miraba atentamente su reloj.
-Once segundos. ¡Fascinante! –dijo con un marcado acento inglés.
-¿Quién eres? –le preguntó con rostro serio.
El hombre se alisó su traje de chaqueta a rayas y se acercó a él. –No quiero dármelas de importante pero soy quien puede ayudarte a salvar esta ciudad.
-¿Qué sabes? ¿Qué crees que está pasando?
-No lo creo. Lo sé.
El extraño le hablaba con solemnidad y le miraba fijamente a los ojos, como si le estuviese retando.
Y de pronto, todo cambió.
Ahora su cara era pura felicidad. En su rostro brillaba una encantadora sonrisa de oreja a oreja, como la cara de un niño al descubrir una fiesta sorpresa.
-Vamos, hijo de Krypton. Hay trabajo que hacer.
-¿Quién eres? –preguntó Clark, sorprendido.
-Mi nombre es lo de menos, pero puedes llamarme El Doctor.

Sombrerero Loco, la cuarta llama

Sombrerero Loco, o perroparia, es un escritor con un futuro prometedor, autor de obras a las que muy pocos han podido acceder, pero que darán mucho que hablar en el mundo literario (y muy posiblemente en el cinematográfico). Muy bien valorado en la esfera blogger, Sombrerero Loco es creador de, entre otros, El regreso de los saiyans, una continuación de la serie Dragon Ball, y es fiel colaborador de Via Alium, el presente blog, donde muestra su pasión no sólo por la literatura, sino por la creatividad, imaginación y originalidad. Sus ideas y proyectos permiten que la comunidad de escritores noveles, aficionados y futuros profesionales emerja y se reúna con un objetivo común: disfrutar de obras que podrían haber pasado desapercibidas sin su debido reconocimiento y estimular la inspiración de todas aquellas mentes inquietas que no se conforman con observar el cruel paso del tiempo. Se presenta con Eclipse, crossover entre True Blood, Doctor Who y Smallville, fruto de uno de sus desafíos a los creadores de sueños.

Obras publicadas en Via Alium:
Crossover - Eclipse


jueves, 2 de julio de 2009

Crossover - El conejo blanco - Capítulo 1 de 13


Crossover entre Lost, Dollhouse y X-Files.


Fría y calculadora. Así era Paula Burbank. Ninguna emoción podía adivinársele en su gélido rostro. Ni un sólo parpadeo se apartaba de la perfecta sincronía que su extraña mirada ofrecía. Siempre correcta, nunca hablaba más de lo que la educación requería. Y así, ni demasiado seca ni demasiado amable, pagó al taxista y se despidió de él.
Se encontraba frente al Cuartel General del F.B.I. en Washington D.C. Miró hacia arriba y suspiró. No dejó emanar ese pequeño atisbo de miedo ni un segundo más y se dirigió al interior del edificio. En recepción comprobaron su identidad y le colgaron un pase de visitante en el cuello.
El despacho de Leonard Walker, director de recursos humanos del F.B.I., se caracterizaba por ser demasiado grande y poco iluminado. Él creía que así podría intimidar a los aspirantes a agentes federales y ver si de verdad estaban preparados para lo que una vida al servicio del Gobierno de los Estados Unidos de América conllevaba. Alguien llamaba a la puerta. Se trataba de Taffy, su indiscreta secretaria.
-Tiene una vista, señor. Paula Burbank.
-Hágale pasar.
Eran las doce y cuarto del mediodía, ni un minuto más ni un minuto menos. La puntualidad de Paula resultaba tan precisa que incluso incomodaba. Se sentó frente al señor Walker, preparada para cualquier cosa.
-Buenos días.
-Buenos días -contestó Paula.
-Se preguntará el motivo de esta segunda entrevista. Hemos estado analizando su expediente y, la verdad, estamos sorprendidos. Doctorada con Honor en Ciencias Jurídicas por la Universidad de Harvard, Máster en Relaciones Internacionales, Máster en Psicología Forense, Comisaria General en la Comisaría de Woodbridge, profesora en la Universidad de Howard… y así un largo etcétera. Está usted más que preparada para ingresar en el F.B.I., pero eso ya lo sabrá.
-No me corresponde a mí hacer ese tipo de juicios.
-No sea modesta, Agente Burbank. Sí, ha oído bien. A partir de ahora pasa a ser una de nuestras agentes. Desearíamos que se incorporara cuanto antes, mañana si es posible. ¿Supondría eso un problema?
-Para nada, señor Walker.
-Estupendo.
Leonard Walker abrió uno de los cajones de su escritorio y extrajo una placa y una pistola. Paula recogió sus nuevas pertenencias. Se levantó y se estrecharon las manos.
-Gracias por todo, señor Walker.
-A partir de ahora, puede llamarme Leo.
Y sin mediar una palabra más, Paula abandonó el edificio.
Guardó cuidadosamente la placa y la pistola en su bolso y empezó a caminar entre el resto de los mortales hacia una parada de taxis. Alguien la estaba esperando allí, un tipo vestido elegantemente de negro y con una mirada que inspiraba confianza.
-¿Preparada para su tratamiento, señorita Burbank?
Y Paula le siguió hasta una furgoneta oscura.

Comienzan los crossovers

Dos nuevas velas. Dos nuevos mundos hechos con pedazos de otros. Ese era el reto para las llamas y solo tres acudieron al desafío.
La oscuridad de la habitación se hace asfixiante. Tantas velas, tantos universos, todos diferentes, y yo sigo aquí, solo, como un mero vigilante, viendo como ellos evolucionan y yo sigo estancado en el tiempo.
Y lo peor es que, pese al calor de las llamas, mi corazón sigue helado.
Debo ponerme a la acción.
Debo encender mi propia llama para buscar mi senda. Y los Crossovers serán mi primer paso.

martes, 30 de junio de 2009

House - A girl like me? - Capítulo 3



Cuddy llegó a su oficina, alterada por la bochornosa escena, y vio que su sobrina estaba esperándola, tal como ella le había pedido. Así que se sentó, tomó aire y fue directo al grano, aunque en un día normal, se armaría de paciencia y preguntaría sutilmente.
- ¿Qué pretendes con House?
La chica le sonrío: sabía que preguntaría eso y que, contrario a su costumbre, no andaría con rodeos.
- Nos parecemos demasiado, pero no hay nada entre nosotros. -Contestó inocentemente.
- ¿Y por qué debo creerte?
- Porque en este momento, soy una mujer algo amargada gracias a un marido infiel.
- ¿Y qué garantía me da eso?
- Que todos los días, debo cargar la coraza que había abandonado, para que así nadie vea los trozos de mi corazón.
Pausa. Silencio. Sophie bajó la mirada y Cuddy habló nuevamente, pero con una voz muy suave.
- ¿No has hablado con Mathew?
- No hay nada de qué hablar. -Contestó duramente, levantándose de su lugar.
- Sophya...
- ¿Puedo ir a trabajar? -Sus ojos estaban llorosos.
Silencio nuevamente, esta vez, incómodo.
- Tienes que cumplir con...
- ¿Horas clínicas? -Preguntó. -House debe hacerlas: ayer perdió mi apuesta. -Una leve sonrisa traviesa apareció. Cuddy no pudo evitar sonreírle de vuelta: además de haberla contratado por su currículum y que así empezara una nueva vida en Nueva Jersey, era porque tendría a House acorralado.
- Y tienes clases de Bioquímica.
- Ok, prepararé mi clase, entonces.
Y salió del lugar, pero volvió de inmediato.
- Un último detalle: no vuelvas a llamarme Sophya. - Y esta vez, desapareció. Cuddy suspiró sonoramente y se dio una vuelta en su silla, mirando hacia la ventana.
Tenía un mal presentimiento.
ºOºOºOº
Caminó con paso decidido, pero cabizbaja. Su tía le había recordado uno de los episodios más amargos de su vida y que aún no tenía fin. Y por eso, en busca del anhelado fin para poder cerrar aquel maldito capítulo, además de no tener que ver los hipócritas rostros de sus colegas, en especial la de ella, tomó el trabajo en New Jersey. Y en eso venía pensando, cuando al entrar chocó y casi cae al suelo, pero es sostenida firmemente.
- Sophie, estás bien? -Ese acento era inconfundible: era Chase.
- Oh, discúlpame Robert, venía distraída. -Contestó la chica, con el mismo acento y lo miró a los ojos: necesitaba despertar de su pesadilla interna. Chase la condujo suavemente a su asiento y luego, él se sentó sobre el escritorio, en la única parte donde no había papeles.
- Un momento, nadie me dice Robert. -contesta sorprendido.
- Lo sé, pero sería muy poco cortés de mi parte si te trato por tu apellido. - Le respondió con una sonrisa. -Y veo que te incomoda. -Buscó una liga en el bolsillo de su delantal y se amarró el pelo. -Además ya veo a Foreman interrogándote si ya olvidaste a Cameron acostándote conmigo y blah, blah, blah... Será mejor que sigas siendo Chase y yo, Sophie. Templeton es demasiado largo y no estoy para formalidades.
Chase no dijo ninguna palabra. Estaba boquiabierto con la última frase: ¿Qué demonios tiene esta chica, que hace dormir a House y que además, sabe que me gusta Cameron? ¡Apenas llegó ayer y ya causó conmoción!, pensó para sí.
- ¿Estás bien? -le preguntó suavemente con su perfecto acento británico.
- ¿Cómo... cómo es que... -El australiano no puede dejar de balbucear... ¿Tan notorio era?
- Porque alguna vez me enamoré y tenía la misma mirada tuya. -Contestó Sophie. -Además, creo que ayer te hizo gracia que tu jefe tuviera otra víctima para humillar, además de Cameron.
- Pero dudo que hayas firmado una cláusula en tu contrato en donde diga que quieres salir con House, al menos una vez en la vida.
- No, eso es estar desesperado. -Contestó tranquilamente y se sacó los tacones: le dolían los pies. - Sé que en parte, Cameron estará celosa, porque House ya no la hará crecer a golpes y mucho menos echarle en cara que el mundo no es de color de rosa.
- Ufff... la de veces que House le ha dicho eso... -Ambos rieron.
- House no tiene remedio y lo sabe, por eso buscó alguien más a quién pudiera arreglar. Sólo que esta vez, ella quedó atrapada.
- ¿Cómo así?
- Está confundida.
- ¿Y tú...? -Le preguntó Chase, algo dubitativo.
- ¿Con House? -lo miró fijamente. -No, no hay nada entre nosotros: primero, llevo dos días aquí y segundo, tengo otras cosas que resolver antes de enamorarme.
- ¿Y cómo supiste tanto de Cameron?
- Mi tía no es muy discreta que digamos. Además, Cameron no me miró muy bien ayer, pero no me afecta: estoy acostumbrada a que me odien.
- Eres igual a House. -Le dijo, muy seriamente. Pero ninguno de los dos aguantó la risa.
- Tal vez... pero será mejor que cumpla bien con mis horas clínicas si quiere un nuevo bastón. -Contestó sonriendo, mientras miraba el reloj de su computador. - Y será mejor que vaya ahora, porque después tengo clase. -Chase le dijo "gracias" suavemente y salió del lugar, mientras Sophie, nuevamente con zapatos, llevaba una pequeña mochila al hombro y unas llaves, salía de su oficina tranquilamente.
ºOºOºOº
Fastidiado, House se quitó los guantes de látex y los lanzó al basurero. Siempre había odiado las horas clínicas, pero hoy fue la cota que colmó el vaso.
De todos los idiotas que obligatoriamente debió atender (eran pacientes de Sophie, no de él), los padres de un infante de 6 años eran los reyes de la estupidez: el niño presentaba gripe desde hace dos días y no había recibido tratamiento médico alguno. House les entregó la receta médica para que la compraran en la farmacia, pero los padres la rechazaron, argumentando que los antibióticos y las vacunas contra la enfermedad causan una temprana drogodependencia, junto con suprimir el sistema inmunológico.
Los miró con la boca abierta un par de segundos y luego vio al pobre chico, con escalofríos y a punto de desmayarse. Bajó la vista y comenzó a garabatear algo en su libreta, mientras les explicaba que la vacuna contra la gripe no causa adicción, que sí sirve como método de prevención y aquellos medicamentos que pueden provocar drogodependencia son los narcóticos (y sacó una gragea de su frasco de Vicodin), depresores del sistema nervioso central y estimulantes. Pero si querían que su hijo muriera por una tonta gripe, él no se responsabilizaría del hecho. Y les entregó el papel que había rayado mientras les hablaba.
Espantados, los padres tomaron la primera receta y se llevaron al chico, dando un fuerte portazo.
Salió de la sala de diagnóstico, entregó la ficha médica del paciente y se fue directo a la cafetería. Tanta estupidez humana le dio hambre.
Lo curioso fue encontrarse con Wilson en la caja: Tal vez se haya hartado de salvar a gente muerta, pensó cruelmente.
- ¿No tienes ningún caso extraño que resolver? -Le preguntó, mientras recibía el vuelto de su compra.
- Noup, tenía que cumplir una apuesta. -Respondió, mientras le pagaba a la cajera por su Reuben.
- ¿Horas clínicas? -Preguntó. - ¿Y desde cuando que cumples tus apuestas?
- Cuddy y su bocota. -Dijo entre dientes, algo molesto.
- Oh, no la culpes: no todos los días se te ve durmiendo sin Vicodin o cumpliendo tus horas, por mucho que sea una apuesta.
Llegaron ambas órdenes y se sentaron, en silencio. Wilson lo miraba fijamente y sonrió.
- Parece que llegó la mujer que te haga sentar cabeza, House.
- ¿Te molesta que esta vez sea yo el objeto de deseo y no tú? -Preguntó irónico. - Vamos, tu llevas tres ex-esposas, yo sólo tengo una.
- Pero sólo a tí se te ocurre involucrarte con la sobrina de Cuddy. -Le contestó serio.
- Parece que la actitud provocadora es un mal de familia. Aunque en Cuddy, la actitud se convierte en una desesperada súplica de sexo.
Wilson casi se atraganta con su bebida al oír el último comentario y House sólo atina a sonreír.
- Teoría comprobada.
- House, -dijo Wilson, algo atragantado aún por el episodio anterior. -Es sólo la sobrina de Cuddy.
- Si solamente fuera eso, no diagnosticaría bien, no manejaría una Chopper, no se atrevería a invadir mi oficina o a romper mi bastón, mantendría una dieta saludable...
- ¿Es cómo tu? - Preguntó con los ojos abiertos. - Dios, creí que contigo era suficiente, pero dos...
- Sí, pero no.
- Explícate.
- No cojea y tampoco es amargada.
- Tal vez no tenga la pierna mala, pero eso no quiere decir que no tenga problemas. -Contestó, mientras se servía su último trozo de Volcano Cake. - Algo que aprendí de mis tres fracasos matrimoniales, es que las mujeres esconden lo que verdaderamente sienten hasta que explotan o encuentran un apoyo. - Y luego de esta charla, he comprobado mi teoría.
- ¿Y cuál sería?
Se limpió con la servilleta, se levantó de su puesto y le dijo.
- Que no es necesario que sientes cabeza, sino que encuentres a alguien que te comprenda. Y por lo que veo, entre ustedes es algo natural.
House lo mira alejarse del lugar, mientras termina de servirse su sándwich.
ºOºOºOº
Sophie entró apurada a la oficina, tirando la mochila al suelo y colocando el nuevo bastón de su ¿Jefe? Si fuese mi jefe, me sometería a sus órdenes, pensó para sí, mientras sonreía al dejarle una pequeña nota, que decía:
Gracias por cumplir con tu parte del trato; Ahora, sólo falta que te devuelva tu oficina.
Miró de reojo su reloj y vio que sólo faltaban cinco minutos para su clase, así que tomó un libro, su mochila y salió del lugar.
ºOºOºOº
House entró a la oficina, bostezando: de inmediato, se fijó que había un nuevo bastón en la mesa y leyó la nota. Sonrió para sí, admirando el detalle de su nuevo bastón -en su base, había grabado unas llamas- y dejándolo a un lado, se concentró en aquel trozo de papel escrito.
- Tal vez, Wilson tenga razón. -Dijo suavemente.
ºOºOºOº
Estaba cansada, pero feliz: la clase de hoy había resultado bastante bien, pero los tacones la estaban matando. Menos mal, ya no tenía nada que hacer en el trabajo y podría irse a descansar, pero lamentablemente, todo lo buena llega a su fin.
Iba entrando a la oficina, cuando la detiene un hombre canoso, de mediana estatura.
- Disculpe ¿Es usted Sophya Templeton Cunnigham?
Suspirando, contestó.
- Solía serlo.
El caballero la miró dulcemente y le entregó un sobre con el sello de la Real Corte de Justicia.
- Que tenga un buen día. -Dicho esto, se retiró del lugar.
De inmediato, dejó el libro sobre el escritorio y abrió el sobre temblorosamente. Cuando lo logró, leyó rápidamente y arrugó el papel, tirándolo a la basura. Se sacó la mochila y se sentó, respirando entrecortadamente, mientras abría un cajón de su escritorio, en busca de su agenda. Sin embargo, encontró, además de la agenda, una bola de la suerte.
La miró, esperando ver algo que le levantara el ánimo, pero fue peor: furiosa, la lanzó contra una de las puertas de vidrio que separa la oficina de la sala de reuniones, rompiendo el vidrio en mil pedazos.
- ¿Qué demonios crees que haces? -Le preguntó House desde la puerta: venía caminando con su bastón nuevo. La chica tomó la mochila y lo miró, con los ojos llorosos.
- Búscalo en el basurero. - Y salió corriendo del lugar.

sábado, 27 de junio de 2009

Kill Bill - Nikkiller - Capítulo 2


Existen dos tipos de personas: la gente y la gentuza. La gente debe permanecer unida y aislada para no infectarse de la mediocridad y lo absurdo. Ser superior no debe ser un motivo para esconderse o avergonzarse, sino más bien lo contrario. La superioridad debe demostrarse en cada acto de la vida cotidiana. Mirar por encima del hombro está bien siempre y cuando seas más alto que los demás. Donde unos ven venganza, otros ven justicia. Todo depende de la perspectiva. Pero no todos pueden comprenderlo. Nikki Bell se sentía la peor mierda del peor retrete de Pasadena, California.
Los dilemas parecían no tener solución para Nikki. Jamás tuvo que decidir absolutamente nada en su vida. El camino ya estaba bajo sus pies, sólo tenía que dejarse llevar. Pero había llegado el momento de tomar una decisión y la cabeza de Nikki estaba a punto de estallar en miles de pedazos. ¿Estaría su destino escrito en aquel mugriento post-it amarillo? La puerta de su prisión mental y anímica parecía estar medio abierta.
Todo acto tiene consecuencias. Si huía, sería una huida permanente. Pensar en el castigo que le impondría su padre le ponía los pelos de punta. Si se quedaba, su vida sería un infierno, al menos hasta que cumpliera la mayoría de edad. Así que abrió la puerta de su habitación y caminó hacia la salida sin mirar atrás.
-¿Adónde crees que vas? -sonó una voz severa tras ella.
Nikki se detuvo en seco, dándole la espalda a la hermana Joanne.
-Lejos de aquí -contestó la chica.
-Así que decides abandonar el camino de Dios.
-¿Ve a aquel tipo de allí? -Nikki señaló un crucifijo de madera situado en la pared.- Él fue el primero en abandonar.
-¿Cómo te atreves? -la hermana parecía muy ofendida.
-Cuando las cosas se pusieron feas, se rindió. Y encima se atreven a decir que murió por nosotros. Si era el verdadero hijo de Dios, podría haberlo evitado. Aún quedaban muchas almas por salvar. ¿Y sabe qué es lo peor de todo? Que cargó con su propia cruz. ¿Acaso no es el tipo más idiota de toda la historia de la humanidad?
Una lágrima cayó por la mejilla de la hermana Joanne.
-Yo no pienso cargar con ninguna cruz -prosiguió Nikki.- Ya he pagado por todos los pecados qué he hecho y haré durante el resto de mi vida. Es hora de tomar cartas en el asunto. Adiós, hermana Joanne. Nos vemos en el Infierno.
Nikki giró la cabeza y le guiñó el ojo a la monja, quien no supo cómo reaccionar ante la sarta de blasfemias que salieron de la boca de la joven. Y, en efecto, ese fue el último momento en que Nikki vio a las putas que habían arruinado su vida.
Memorial Park Station. Punto de partida de su liberación. Volvió a comprobar la dirección escrita en el post-it que Elle Driver le dio y compró un billete con los pocos ahorros que tenía guardados bajo el colchón rumbo a Albuquerque, Nuevo México.